- El juicio moral, las emociones y el cerebro utilitarioLa neurociencia intenta comprender el complejo comportamiento humano, desde el altruismo hasta los actos antisociales.Dres. Jorge Moll, Ricardo de Oliveira-Souza. LABS-D'Or Center for Neuroscience, Rio de Janeiro, Brasil.
Introducción
¿Qué hace que las personas retrocedan al presenciar tragedias humanas y adopten conductas de ayuda o protestas violentas contra los actos de injusticia? Desde los primeros informes sobre los cambios en el comportamiento social luego de un daño cerebral, la neurociencia ha comenzado a brindar evidencia esencial que relaciona el cerebro con la moral, sacudiendo sin piedad las creencias sobre el sentido común. Las neuroimágenes funcionales y el análisis de las lesiones cerebrales han respondido con modelos y herramientas cognitivos sofisticados que alimentan el rápido avance del conocimiento sobre la moralidad humana, la cual descansa en habilidades parcialmente superpuestas, como la capacidad para hacer juicios morales y experimentar emociones morales, y comportarse de acuerdo a los estándares morales. En este aspecto, un estudio reciente de Koenigs, Young y col. brinda evidencia importante acerca de que el daño bilateral de la corteza prefrontal ventromedial (CPFVM) aumenta las elecciones “utilitarias” en los dilemas morales (por ej., decisiones que favorecen el bienestar global sobre el bienestar individual), lo que es un fuerte sustento de la noción de que el juicio moral normal surge de una interacción compleja entre los mecanismos cognitivos y emocionales que subyacen en las estructuras neurales específicas. Al mismo tiempo, el estudio propone más interrogantes sobre los mecanismos por los cuales la CPFVM influye en los juicios morales. El estudio comparó el desarrollo de las tareas de toma de decisiones de 6 pacientes con daño CPFVM bilateral, con pacientes con otro tipo de lesiones cerebrales y pacientes control neurológicamente normales.
Los escenarios morales y no morales pertenecían a 4 clases principales: 1) "alto conflicto” en un escenario “personal” emocionalmente destacado (por ej., empujar a un extraño torpe en la pista de un vehículo desenfrenado para salvar las vidas de cinco obreros, matando a un desconocido); 2) “conflicto bajo” en un escenario “personal” emocionalmente destacado (por ej., la contratación de un hombre para violar a su esposa durante su ausencia, para que él pueda consolarla y así reconquistar su amor); 3) escenarios “impersonales” emocionalmente menos destacados (por ej., mentir a un guardia para pedir prestada una lancha rápida y advertir a los turistas de una tormenta inminente); 4) escenarios no morales (por ej., tomar un tren en vez de un ómnibus para llegar a tiempo).
Los escenarios “personales” fueron formulados de tal manera que un “Si” significaba aceptar una violación moral altamente conflictiva (es decir, que es conveniente contratar al violador [dilema de “bajo conflicto] o que es apropiado empujar al extraño torpe [dilema de “alto conflicto”]). Los pacientes CPFVM y los pacientes control respondieron “No” en los escenarios “personales” de bajo conflicto. Sin embargo, los pacientes CPFVM aprobaron las decisiones “utilitarias” en los escenarios de opciones emocionalmente aversivas de “alto conflicto” que podrían, sin embargo, provocar un grado mayor de bienestar global (por ej., más vidas salvadas), con mucha mayor frecuencia que los controles. Este estudio muestra una relación directa con una región cerebral circunscrita y un cambio en las preferencias de los juicios morales emocionalmente destacados, una disociación con el dominio del juicio moral.
Corteza prefrontal ventromedial y moralidad
Varios estudios han documentado cambios en la conducta social luego del daño de diferentes estructuras corticales y subcorticales. Estos cambios conductuales pueden variar desde la desadaptación social (por ej., la falta de tacto social) hasta violaciones morales graves (por e j., la pedofilia). Aunque existe mucha evidencia acerca del papel de varias regiones cerebrales en la implementación y regulación del comportamiento moral, la más importante de ellas sería la CPFVM. Esto es comprensible, dada su intervención en varios mecanismos neurales, que aunque no son específicos de la moralidad, son importantes para la organización del comportamiento moral, incluyendo la predicción de los resultados, el aprendizaje asociativo y la evaluación flexible de las contingencias morales. En un estudio muy importante, en un paciente con daño prefrontal adquirido se demostró el deterioro de la conducta interpersonal. El daño precoz de la CPFVM, que suele extenderse hasta la corteza frontopolar (CFP o área de Brodmann [BA 10]), puede provocar un deterioro grave del comportamiento moral y del razonamiento, indicando que estas regiones prefrontales son muy importantes para el aprendizaje moral. Más recientemente, los estudios con imágenes funcionales utilizando un amplio rango de tareas (juicio moral activo; exposición pasiva a estímulos morales sobresalientes) han comenzado a brindar evidencia específica acerca del papel del razonamiento moral y de las emociones morales en los adultos normales. La CPFVM y la CFP se activaron al mismo tiempo que la corteza temporal anterior, la región del surco temporal superior y las estructuras límbicas, siguiendo el concepto de “cerebro moral” como una red de regiones íntimamente interconectadas que integran las diversas funciones involucradas en las valoraciones morales.
¿Persisten todavía la razón y la emoción en los juicios morales?
Un tema central en los estudios sobre la relación entre la moralidad y el daño cerebral relaciona la distribución anatómica específica de las lesiones, lo que inclina a considerar cuidadosamente el estudio de Koenigs et al. En 5 de 6 pacientes con CPFVM, el daño prefrontal se extendió bilateralmente hasta la CFP medial y en 4 de ellos, hasta la CFP dorsolateral (CPFDL).
Las estructuras de las sustancias blanca y gris pertenecientes a los sectores orbitario, dorsomedial y cingular fueron afectados en forma más variada. Debido a que la citoarquitectura de la CFP y la CPFVM es diferente, tanto la conectividad como los aspectos del comportamiento y el daño de estas áreas podrían tener consecuencias importantes. La creciente preferencia de los pacientes CPFVM-CFP por las elecciones utilitarias puede ser interpretado de acuerdo con diferentes hipótesis funcionales y anatómicas. Siendo más “racionales”, las opciones utilitarias en los dilemas podrían tener como resultado un embotamiento emocional general debido a la lesión de la CPFVM. Sin embargo, otros estudios no avalan esta hipótesis. El Juego del Ultimatum, en el que juegan 2 personas, los participantes tuvieron como opciones aceptar una propuesta injusta pero económicamente beneficiosa (una elección económicamente “racional”) y la negativa a castigar al jugador desleal (elección “emocional”). Los pacientes con CFMPF optaron más frecuentemente por rechazar las propuestas injustas (por ej., fueron más “emocionales”).
Desde otro punto de vista, propuesto por Greene et al., la emoción y la cognición comparten mutuamente funciones en el juicio moral. Las elecciones utilitarias en los dilemas morales difíciles surgen de los mecanismos de control cognitivo situados en la CPFDL, mientras que las elecciones no utilitarias emergen de las respuestas emocionales provenientes de la CFP medial. Sin embargo, el doble proceso de la prueba de Greene et al. en el que el control cognitivo y la emoción compiten mutuamente, requiere la demostración de una doble disociacióndemostrando que el daño selectivo de la CPFVM aumenta las elecciones utilitarias y que el daño selectivo de la CPFDL o de la CFP lateral favorece las opciones emocionales. Por otra parte, la CFP más intensamente activada por las opciones utilitarias en las neuroimágenes funcionales del estudio de Green et al. y la extensión más lateral de la CFP (localizada en el área BA 10), estaban dañadas en la mayoría de los pacientes del estudio de Koenings et. al.. Por lo tanto, la hipótesis del proceso dual no explica los hallazgos de Koenigs et al. mejor que la hipótesis de la asociación simple (por ej., un deterioro general de la experiencia emocional) no es avalada por los hallazgos del incremento de las opciones emocionales en el Juego del Ultimatum por los pacientes con CPFVM. Una tercera explicación sería que las CPFVM-CFP podrían ser necesarias para experimentar sentimientos morales prosociales. Se ha propuesto que estos sentimientos complejos surgen de la integración y no del conflicto entre los mecanismos emocionales y cognitivos. Por ejemplo, los sentimientos de compasión y preocupación empática requieren del compromiso límbico mediado por el estado emocional (por ej., tristeza o el cariño) junto con mecanismos mediados por la CFP, tales como el pensamiento prospectivo y la representación de múltiples resultados de sucesos y acciones (previsión de las consecuencias de nuestros propios actos en los demás). En realidad, los estudios de resonancia magnética funcional han mostrado que la CPFVM y la CFP no solo participan en las tareas que requieren explícitamente el juicio moral sino que también presentan pasivamente los estímulos evocativos de las emociones morales, en ausencia de un conflicto cognitivo o de los procesos ejecutivos típicos. Los autores afirman que esta investigación indica que las emociones morales prosociales podrían estar en las redes límbicas frontomediales, con sectores laterales de la CPFDL y la corteza orbitofrontal, siendo más importante para la experiencia emocional egocéntrica y otras de tipo aversivo (por ej., ira, frotación o disgusto moral). Esta hipótesis explica porqué los paciente CPFVM son “más racionales” cuando juzgan los dilemas morales “personales” y más emocionales en el Juego del Ultimátum, lo que coincide con una disminución de la `preocupación empática y la culpabilidad en los pacientes estudiados por Koenigs et al. El estudio de Koenigs, Young y col. brinda una nueva visión pero también nuevos interrogantes para la neurociencia cognitiva, alimentando el entusiasmo de los investigadores de la mente moral humana. Es muy interesante la exploración de la organización cognitiva y neural moralmente relevante (por ej., sentimientos y valores morales)y de cómo interactúan con la capacidad cognitiva compleja, como es la predicción del resultado que guía a los juicios morales.
♦ Traducción y resumen objetivo: Dra. Marta Papponetti. Especialista en Medicina Interna
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- Exctracto del Artículo publicado en:
REV CHIL NEURO-PSIQUIAT 2007; 45 (1): 12-15
La neuroética: ¿Un neologismo infundado o una nueva disciplina?
Autora: Andrea Slachevsky Ch., MD, PhD1
1 Programa de Farmacología, Instituto de Ciencias Biomédicas y Departamento de Ciencias Neurológicas, Facultad de Medicina. Universidad de Chile. Unidad de Neurología Cognitiva y Demencias. Servicio de Neurología Hospital del Salvador.
La problemática de la neuroética
Los problemas de la neuroética pueden ser divididos en dos categorías:
Los problemas relacionados con los avances técnicos de las neurociencias, tales como las implicancias del desarrollo de las neuroimagenes funcionales, de la psicofarmacología, de los implantes cerebrales y de la interfase cerebro-máquina.
Los problemas filosóficos derivados del entendimiento de las bases neurobiologías de la conciencia, la personalidad y la conducta.
A modo de ejemplo, me referiré muy brevemente a dos problemas de la neuroética que tienen particular importancia en nuestra profesión: i) el uso de fármacos para optimizar el funcionamiento cognitivo ("cognitive enhancers") en sujetos sanos sin lesiones cerebrales y ii) las implicancias de las neurociencias en la medicina legal.
En los últimos años, la farmacopea psicofarmacológica se ha incrementado con fármacos destinados al tratamiento de los trastornos cognitivos, en particular los trastornos atencionales y de memoria. Estudios en sujetos sanos han mostrado que estos tienen efectos en las capacidades cognitivas. Por ejemplo, el metilfenidato impacta positivamente sobre las capacidades atencionales y ejecutivas. Existe también un importante desarrollo de fármacos con el objetivo de mejorar las capacidades mnésicas. Si bien estos fármacos están destinados principalmente al tratamiento de sujetos con trastornos de memoria, es altamente probable que algunos de los productos en desarrollo incrementen las capacidades mnésicas de sujetos sanos. Por ejemplo, la amapakina, que potencia los mecanismos de LTP (Long Term Potentiation), mejora los rendimientos en tests de memoria de sujetos sanos. Según Marta Farah, el uso de estos fármacos en sujetos sanos conlleva tres problemas éticos fundamentales1:
i. Razones de salud: desconocemos los efectos adversos de esos fármacos en sujetos sanos y, en particular, las consecuencias de su uso a largo plazo.
ii. Las consecuencias sociales de estas moléculas: son varias las preguntas que surgen ante la posibilidad de uso de esos fármacos: ¿Cómo puede el uso de estos fármacos afectar las relaciones sociales? ¿En qué situación quedarán los individuos que prefieren no consumir esos fármacos en relación con los que sí los consumen? Por ejemplo, la libertad de no consumirlos ciertamente puede estar amenazada en sociedades altamente competitivas, en las que se juzga a los sujetos primordialmente por su desempeño intelectual. Para comprender los alcances de esta interrogante baste recordar la polémica existente en el deporte de alta competición respecto del uso indebido de diferentes sustancias para mejorar el rendimiento de los deportistas. Adicionalmente, la disponibilidad de estos fármacos amplificará las inequidades sociales, puesto que las personas de altos ingresos podrán acceder más fácilmente a ellos que los de bajos ingresos.
iii. Razones de índole filosófica: El uso de estos fármacos cuestiona, entre otros, nuestros conceptos de esfuerzo personal, capacidad de superación, autonomía e incluso del valor de las personas comparado al valor de las cosas. ¿Hacemos trampa si mejoramos nuestro rendimiento laboral con el uso de psicoestimulantes? ¿Estamos tratando a las personas como objetos si tratamos de mejorar con fármacos sus capacidades cognitivas o su personalidad?
Ciertamente, el debate sobre las consecuencias de los fármacos procognitivos sobrepasa el campo de nuestras especialidades, pero como prescriptores de estas sustancias y conocedores de sus efectos benéficos y adversos, es nuestro deber intervenir en este debate.
Por otro lado, los avances en la comprensión de las bases neurobiológicas de las conductas sociales, de la moralidad y toma de decisión tienen implicancias en nuestra concepción de la responsabilidad e imputabilidad. Recientemente, la Corte Suprema de Estados Unidos determinó que un adolescente podía ser condenado a muerte por un crimen, puesto que el estado de maduración cerebral de los adolescentes los hace plenamente responsable de sus actos13. Diferentes estudios han mostrado que criminales y psicópatas presentan rendimientos menores a los de controles sanos en evaluaciones neuropsiquiátricas14,15. ¿Son, por lo tanto, los criminales imputables de sus actos? ¿Tendrán los avances en neurociencias algún impacto en nuestro sistema legal? En repuesta a estas interrogantes, Greene y Cohen sugieren que las neurociencias, al cambiar nuestra comprensión de la noción de libre albedrío y responsabilidad, tendrán probablemente un efecto transformador en las leyes. Más aún, según estos autores, es necesaria una interpretación alternativa de la responsabilidad no exclusivamente basada en el libre albedrío y el desarrollo de un sistema legal que no se limite a castigar los malos comportamientos, sino también que promueva los buenos comportamientos y proteja a los ciudadanos16.
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